Nos encontramos en un momento en el que la esperanza de vida es de 80,1 años en la Unión Europea y 83,3 en España. Se estima que para 2071 suba a 90 en mujeres y a 88 en hombres. Estas cifras, dan que pensar. Cada vez vivimos más, pero vamos por la vida como si el mundo se acabase. Siempre acelerados, corriendo, sin disfrutar del momento. Acostumbrados a tener las cosas en un instante y a aburrirnos de ellas más rápido todavía. Ahora mismo. Al instante. Y lo primero que por el camino de las prisas hemos perdido las ganas de celebrar el momento presente.
Pero hay que calcular el futuro. Preveerlo. En una sociedad cambiante en la cual o te subes al carro o te quedas atrás uno se pone a dilucidar si cuando sus cabellos se vuelvan plata y sus manos se llenen de arrugas, será capaz de seguirle el ritmo a este mundo que cada día tiene más prisa. Prisa porque te llegue el paquete que has comprado, por hacer las gestiones más rápidas, más óptimas, pero también más asépticas.
Y es que, para nuestros mayores, la prisa no es un valor añadido. Por ello, la OMS como respuesta al envejecimiento de la población y con el objetivo de contribuir a la creación de entornos y servicios que promuevan y faciliten un envejecimiento activo y saludable, está impulsando las ciudades/espacios amigables. Un entorno que fomente una vida digna de las personas mayores. Su propósito es, ayudar a las ciudades a mirarse desde la perspectiva de las personas mayores, a fin de identificar en qué aspectos y de qué manera pueden ser más “amigables” con las mismas.
A pesar de que el proyecto tenga como nombre ciudades amigables con las personas mayores, no significa que el proyecto esté dirigido únicamente a las ciudades, sino más bien a todas aquellas comunidades que quieran ser más amigables con las personas mayores.
Nuestros mayores han vivido, jugado, compartido y aprendido en un mismo barrio toda su vida, y es muy triste que el mundo avance sin tenerlos en cuenta, cuando en su día fueron los que sacaron adelante a sus familias. Somos seres sociales y nuestro bienestar físico, social y mental depende de si somos partícipes en la sociedad de acuerdo a nuestras necesidades, deseos y capacidades, de ahí la importancia de este proyecto, garantizando protección, seguridad y cuidados adecuados a las personas mayores.
Para la OMS, el término «activo» hace referencia a una “participación continua en las cuestiones sociales, económicas, culturales, espirituales y cívicas”, no sólo a la capacidad para estar físicamente activo. Porque las personas mayores tienen derecho a ejercer su participación en el proceso político y en otros aspectos de la vida comunitaria, así como la responsabilidad de las administraciones públicas en generar oportunidades para que las personas mayores puedan permanecer activas.
Esta promoción de procesos de envejecimiento activo pretende ampliar la esperanza de vida saludable y la calidad de vida para todas las personas a medida que envejecen, incluyendo aquellas personas frágiles, con discapacidad o que necesitan asistencia.
Por todo ello, la OMS insiste en que «ha llegado el momento de instaurar un nuevo paradigma que considere a las personas (mayores) participantes activas de una sociedad que integra el envejecimiento y que considere a dichas personas contribuyentes activos y beneficiarios del desarrollo».
¿Cómo hacer esto? Pues los primeros pasos para conseguir un espacio más amigable son: fomentar la autonomía y la participación en la toma de decisiones de los mayores; combatir las imágenes negativas sobre la vejez y el envejecimiento; estimular la confianza en las capacidades colectivas; promover los comportamientos y la participación social.
Para conocer más sobre el desarrollo de este proyecto en nuestro país, se puede encontrar toda la información en
Y es que los abuelos son sabios, y no va más rápido el que más corre.
